FIBROMIALGIA Y DOLOR CRÓNICO:
Como síntoma o patología, el dolor crónico es el
motivo más importante de visita al médico, ya que entre un 40 y un 80% de las consultas están relacionadas con dolor. No en vano, la OMS considera el dolor crónico como la mayor amenaza para la calidad de vida a nivel mundial. Entre los pacientes aquejados de dolor crónico, las enfermedades reumatológicas, y en concreto la fibromialgia (FM), suponen la causa más frecuente de dolor. No obstante, y a pesar de que desde el año 1992 la FM está incluida en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), el sistema sanitario público de nuestro país no está preparado para hacer frente a la creciente demanda asistencial de este grupo de pacientes, que se quejan de la escasa formación de los facultativos que les atienden o de la ausencia de recursos y de alternativas de tratamiento eficaces para el control del dolor. Así, el dolor crónico y, específicamente, la fibromialgia, todavía tienen por delante mucho camino que recorrer a nivel de investigación, de ayuda terapéutica y de comprensión por parte del sistema sanitario.
motivo más importante de visita al médico, ya que entre un 40 y un 80% de las consultas están relacionadas con dolor. No en vano, la OMS considera el dolor crónico como la mayor amenaza para la calidad de vida a nivel mundial. Entre los pacientes aquejados de dolor crónico, las enfermedades reumatológicas, y en concreto la fibromialgia (FM), suponen la causa más frecuente de dolor. No obstante, y a pesar de que desde el año 1992 la FM está incluida en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), el sistema sanitario público de nuestro país no está preparado para hacer frente a la creciente demanda asistencial de este grupo de pacientes, que se quejan de la escasa formación de los facultativos que les atienden o de la ausencia de recursos y de alternativas de tratamiento eficaces para el control del dolor. Así, el dolor crónico y, específicamente, la fibromialgia, todavía tienen por delante mucho camino que recorrer a nivel de investigación, de ayuda terapéutica y de comprensión por parte del sistema sanitario.
FIBROMIALGIA Y DOLOR CRÓNICO: AMPLIANDO LAS FRONTERAS
DE LA EVALUACIÓN Y EL TRATAMIENTO
¿Es la fibromialgia una enfermedad de dolor
“real”? ¿Posee los mismos síntomas que la artritis? ¿La fatiga y el dolor que
experimentan estos pacientes son consistentes y predecibles? ¿Tomar descansos
prolongados ayuda a reducir la sintomatología?... Estas y otras cuestiones todavía
hoy en día son contestadas erróneamente por muchos facultativos del sistema
sanitario, especialmente en Atención Primaria, donde cada vez más frecuentemente
se da una mayor demanda de usuarios que presentan dolores crónicos de causa
desconocida, es decir, sin lesiones, inflamaciones o tumores que expliquen su
etiología.
La situación no es de extrañar si tenemos en
cuenta que nos encontramos en los “albores” de la definición de este síndrome,
que intenta abrirse paso en un sistema sanitario que tradicionalmente ha
etiquetado a estos pacientes como “histéricos”, “vagos” o “mentirosos”,
ante la falta de una prueba diagnóstica
objetivable que explique sus dolencias. La ausencia de este indicador objetivo
hace que los afectados peregrinen por varios especialistas durante años antes
de recibir un diagnóstico (un periodo temporal que tiende a prolongarse durante
más de 3 años), o que directamente se les derive a los servicios de
Psiquiatría, con el consecuente agravamiento de la sintomatología, sobremedicación
y ausencia de eficacia del tratamiento.
No obstante, ninguna organización internacional de
salud niega la existencia y definición de la fibromialgia (FM). Esta entidad
clínica ha sido reconocida por todas las organizaciones médicas internacionales
y, en concreto, por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1992. En la
última revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), la
fibromialgia está clasificada con el código M79.7, dentro del grupo de las
enfermedades reumatológicas (y no psiquiátricas). A pesar de estos avances, la
realidad es que muy pocos médicos están formados y preparados para atender y
dar respuesta adecuada a estos pacientes.
La fibromialgia se define como un síndrome doloroso
crónico sin una etiología orgánica totalmente conocida. El síntoma principal de
las personas afectadas de FM es un dolor generalizado (se quejan de que “les
duele todo”) y una sensación de agotamiento o fatiga muscular (“como si les
hubieran dado una paliza”), que dificulta la realización de las actividades de
la vida diaria.
Se trata de un trastorno complejo, ya que los
síntomas pueden variar de una persona a otra, tanto en su manifestación (a
través de quemazones, molestias, espasmos musculares, etc.) como en su
intensidad, pudiendo diferenciarse formas leves, moderadas o severas de FM. Además,
es frecuente que los afectados presenten trastornos del sueño, síndrome del
colon irritable, rigidez muscular, dolores de cabeza, parestesias, entumecimientos
u hormigueos, mareos, problemas de memoria y de atención, mala tolerancia al
ejercicio físico, etc. Debido a los efectos invalidantes del dolor crónico,
alrededor de un 30% de estos pacientes presenta también otros trastornos
psicopatológicos (principalmente, ansiedad y depresión) que, aunque no son la
causa de la enfermedad, deben ser diagnosticados y tratados convenientemente.
Si bien el dolor que experimentan los afectados de FM puede fluctuar a lo largo
del día o agravarse ante situaciones de estrés, nunca llega a desaparecer por
completo, motivo por el cual esa condición clínica puede ser altamente
incapacitante.
Hoy en día se desconoce la causa que origina el
dolor asociado a la FM. Los últimos estudios sugieren la existencia de cierta
vulnerabilidad genética y una respuesta anómala del Sistema Nervioso, asociada
a una mayor sensibilidad al dolor (Meeus, 2007). La falta de un origen orgánico
evidente hace que tampoco exista un tratamiento eficaz capaz de anular los
síntomas asociados a este síndrome, aunque se sabe que un abordaje integral
adecuado (biopsicosocial) puede capacitar a estas personas para ganar cierto
control sobre su dolor y mejorar su calidad de vida.
En contra de lo que se piensa habitualmente, la
elevada prevalencia de la fibromialgia (asociada al 4% de la población general
adulta), la sitúa lejos de ser considerada una “enfermedad rara”. Según el
informe Pain in Europe, publicado el año pasado y realizado con una muestra de
más de 46.000 personas en 16 países de la región europea, 1 de cada 5 europeos
sufre dolor crónico. En España, se estima que entre 400.000 y 1.200.000
personas sufren fibromialgia y que esta condición es el tercer motivo de
consulta en los servicios de reumatología. Respecto al perfil de los afectados,
los estudios muestran consistentemente que la FM afecta mayoritariamente a
mujeres -con una proporción que se sitúa entre el 8:1 y el 20:1
(mujeres:hombres)-, y al grupo de edad comprendido entre 20 y 60 años.
El impacto del dolor crónico y de la FM en los
sistemas de salud y en la sociedad en general es extremadamente alto. Estos
síndromes suponen un elevado coste tanto para las economías (en términos de
baja productividad y absentismo laboral), como para los propios individuos
afectados, dadas sus implicaciones en términos de funcionamiento físico y
psicológico, discapacidad e incluso mortalidad asociada (en definitiva, afectación
integral de su calidad de vida). De acuerdo al mencionado informe, Pain in
Europe, el dolor crónico supuso una pérdida de más de 15 días de trabajo al
año, y para el 19% de las personas afectadas, el motivo de su situación de
desempleo. Además, diversos estudios señalan que los pacientes afectados de
dolor crónico o FM, presentan un riesgo más elevado de muerte accidental que la
población general (Chamizo-Carmona, 2005).
Esta situación hace que cada vez los gobiernos
sean más conscientes de la importancia de la prevención y manejo del dolor
crónico. No obstante, los afectados de FM, como suele ocurrir en la delimitación
de cualquier enfermedad emergente, se enfrentan con un obstáculo adicional y es
que la FM, a pesar de ser reconocida como entidad clínica, no está incluida en
el registro oficial de enfermedades, al menos en el entorno europeo, lo que
impide que se incluya a estos pacientes en los planes de salud o que se les
reconozcan sus derechos a percibir cualquier tipo de ayuda.
Por este motivo, el 13 de enero de este mismo año
(2009) se ha aprobado La Declaración del Parlamento Europeo sobre la
Fibromialgia, donde se insta al Consejo y a la Comisión Europea a desarrollar
una estrategia comunitaria sobre la FM, así como a poner en marcha campañas de
concienciación y programas de formación para los profesionales sanitarios, con
el objetivo de incluir esta entidad en el índice oficial de enfermedades de la
Unión Europea. El documento subraya la necesidad de mejorar el diagnóstico y
tratamiento de esta enfermedad, que afecta a alrededor de 14 millones de
personas en Europa, y a dedicar más esfuerzos en investigación para avanzar en
su conocimiento.
En España, aunque escasas, también se están
llevando a cabo iniciativas en esta dirección. En concreto, hace unos meses la
Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias, a través de la Dirección General
de Programas Asistenciales, ha puesto en marcha un grupo de trabajo para el
desarrollo de un Protocolo de Actuación para la Fibromialgia y el Síndrome de
Fatiga Crónica, con la finalidad de mejorar la atención que se presta a estos
pacientes. Su planteamiento se basa en un abordaje multidisciplinar, que
incluya la participación de médicos, psicólogos y trabajadores sociales, entre
otros.
Los propios afectados también están movilizándose
para conseguir la atención de la población general, de los científicos y de las
Administraciones. Así, la Asociación Vasca de Divulgación de la Fibromialgia
(Gaixoen Ahotsa), ha creado un premio de carácter internacional, denominado
Premio Celeste de Investigación de Psicología en Fibromialgia, para reconocer y
potenciar la investigación y la labor psicológica que se está desarrollando en
el ámbito de la FM y del Síndrome de Fatiga Crónica.
A su vez, coincidiendo con la celebración del Día
Internacional de la Fibromialgia, el 12 de mayo de 2009, el colectivo de
afectados por los Síndromes de Sensibilidad Química Múltiple, Fatiga Crónica y
Fibromialgia (ASQUIFYDE), hizo público un manifiesto donde solicitan a la
Ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, la adopción de una
serie de medidas para la mejora de la atención que se les presta en el marco
del sistema sanitario público. En su carta, bajo el título Pacientes
emergentes, manipulados e ignorados, los afectados subrayan la necesidad de que
los facultativos de Atención Primaria reciban formación sobre estas dolencias y
que se les incluyan en los planes de estudio de las carreras de ciencias de la
salud, derecho o trabajo social, entre otras. Así mismo, destacan la
importancia de crear unidades especializadas en el tratamiento de estas
enfermedades, formadas por equipos multidisciplinares.
El papel de la Psicología en el abordaje del dolor
crónico, y por extensión en la FM, está fuera de toda duda. Las características
asociadas a estas dolencias: ausencia de patología orgánica y de marcadores
objetivos, su alta asociación con problemas de ansiedad y depresión, la
repercusión del dolor en algunas funciones cognitivas, como la memoria y la atención,
etc., requieren más que nunca un abordaje integral, desde un enfoque biopsicosocial,
que tenga en cuenta no sólo los aspectos biomédicos, sino sobre todo los
aspectos psicológicos y sociales.
Tal y como establece la American Pain Society
(APS, 2005) en su guía para el manejo de la fibromialgia, las técnicas
psicológicas y, en concreto, la terapia cognitivo-conductual, han demostrado ser
uno de los pilares básicos donde debe sustentarse el tratamiento de estos
pacientes con dolor crónico (junto con el tratamiento farmacológico y el ejercicio
físico). El valor fundamental de la intervención psicológica radica en su utilidad
para cambiar las actitudes y comportamientos aprendidos en relación al dolor y
modificar de esta manera tanto la conducta manifiesta como la experiencia
subjetiva de dolor.
Además de su implicación en el abordaje y
tratamiento de estos enfermos, la Psicología cobra un protagonismo especial en
el campo de la evaluación del dolor crónico, no sólo en lo que respecta a la
delimitación del problema y de su impacto en el entorno social, familiar y
laboral del individuo, sino también en un lo referente a la
simulación del dolor, un tema de
especial preocupación para las Administraciones debido a sus implicaciones para
el gasto sanitario público. En este
sentido y debido a la ausencia de indicadores clínicos en las pruebas objetivas
para su diagnóstico, desarrollar instrumentos de evaluación que permitan
diferenciar los pacientes simuladores de los que realmente experimentan dolor
crónico supone un importante reto para la sanidad, así como un área de interés
creciente para la Psicología.
En definitiva, aunque se están llevando a cabo pequeños avances, todavía queda
un largo camino por recorrer para conseguir que estos afectados reciban la atención
sanitaria que se merecen. El dolor crónico y la FM requieren una implicación importante
de todos los profesionales relacionados con su abordaje, ya que se sabe que el
pronóstico de la enfermedad mejora notablemente si existe un diagnóstico
precoz, si se proporciona la información correcta al paciente acerca de su
dolencia y si se establece un enfoque terapéutico adecuado desde el principio
de la enfermedad (Goldenberg, 2002).
Con el objetivo de profundizar en estos aspectos, en esta ocasión
dedicaremos la sección En Portada al análisis de la fibromialgia y del
dolor crónico desde diferentes enfoques. En primer lugar, Héctor González-Ordi, profesor titular de la Universidad
Complutense de Madrid, nos ofrece una panorámica general de la evaluación del
dolor crónico, la FM y aspectos asociados con la simulación. Seguidamente, Cecilia
Peñacoba, profesora titular de la Universidad Rey Juan Carlos y experta en dolor
crónico, abordará el papel de la Psicología en el tratamiento de la FM. En
último lugar, entrevistamos a Andoni Penacho que, en su condición de Presidente
de la Asociación Vasca de Divulgación de la Fibromialgia y como afectado, nos
hablará de los obstáculos a los que se enfrentan las personas con FM en el
sistema sanitario público.